domingo, 12 de noviembre de 2006

Juego de espejos

El verbo especular procede del latín "speculor", observar, mirar desde lo alto. El verbo a su vez deriva de "specto", deformación habitual del clásico "specio", mirar. "Specto" puede significar, además de mirar, considerar, juzgar, tender a, buscar, referirse o estar orientado. De la misma raíz que "specio" derivan palabras castellanas como especial (literalmente, digno de ser mirado), espectáculo (lo que se ofrece a la vista), espectro ( representación o imagen), o especie (aspecto, apariencia o estatua). También otras como especioso ( que engaña con su aspecto), o espejo (del latín "speculum", diminutivo de "specus", caverna, cueva). Por último, deriva de esta raíz la palabra "specula", diminutivo de "spes", esperanza. Es decir, podríamos traducir especular como mirar a través de un espejo la realidad, manteniendo la esperanza de que la imagen reflejada no sea especiosa.

Y en efecto, es esto y no otra cosa lo que hacen los especuladores. Especular, en términos económicos, es comprar barato con la intención de vender caro, y por eso, el mejor tablero de especulación es la Bolsa.

La Bolsa puede considerarse el espejo en el que intenta mirarse la sociedad, y por eso se tiende a pensar que es un reflejo de la actividad económica; pero en realidad la Bolsa actúa más como las sombras reflejadas en la Caverna de Platón. En lugar de un reflejo fiel de la especie económica, ofrece un espectro especioso de algo que en un momento fue la economía.

La Bolsa tiene sus propios ciclos, que no tienen porqué ser un reflejo directo de la situación de la economía en que se muevan. Así, la subida imparable del IBEX 35 de los últimos días, se encuentra en las mismas páginas que la mayor subida de la tasa de paro de los últimos años.

La Bolsa sólo refleja la existencia de flujos de capital que no se invierten sobre bienes materiales, sino que van fluctuando de empresa en empresa. Así, la burbuja de ficción que es la Bolsa va creciendo cada vez más atrapando en su red a los pequeños incautos. Incautos que entregan su dinero a gestores privados que suelen buscar más su beneficio, que la rentabilidad del cliente. Así, no es extraño que sucedan casos como el de Gescartera de hace unos años. La Bolsa es, cada vez más, un coto privado donde sólo cazan buenas piezas aquellos que saben preparar la trampa. Los bisoños no tienen más remedio que abandonar antes de perderlo todo.

Pero volviendo al IBEX, la semana pasada se alcanzaron, por primera vez en su historia, los 1400 puntos. Las razones de tan espectacular subida hay que buscarlas en los movimientos especulativos que están provocando las empresas de energía. La OPA sobre Endesa por parte de Gas Natural sólo fue el principio. Después, llegó E-On, la familia Entrecanales, Florentino Pérez, e, incluso, según últimos rumores, el banco Santander.

Y esto no es nada, porque en el tablero europeo juegan la francesa EDF, las italianas Enel y Eni, la portuguesa EDP, y la número dos alemana, RWE. Con semejante lío sobre la mesa no es extraño que los neófitos huyan aterrorizados ante semejante juego de espejos.

Pero la razón de este movimiento en el mercado bursátil español hay que buscarlo en el elemento sobre el que se ha construido el sistema económico español actual: la especulación inmobiliaria. La burbuja de la construcción está a punto de pincharse, y aquellos con dinero huyen hacia otros negocios. Lo llaman diversificación de cartera.

El problema está en aquellos que no tienen la posibilidad de diversificarse. Aquel que se ha hipotecado de por vida y que, muy pronto, comenzará a observar cómo él sigue pagando un precio muy superior al del valor de mercado por su vivienda. Comprobará como el precio de su hogar decrece sin poder hacer nada para impedirlo. En ese momento, el espejo se romperá atrapando a aquel que lo mire en una espiral de mala suerte.

Cuenta una vieja leyenda hindú que, si alguien te hace un retrato, tu alma le pertenecerá, pues quedará atrapada en la imagen. Algo parecido les sucederá a los hipotecados, que se verán atrapados en los pedazos de un espejo roto. Atrapados por otra ficción especiosa como son los tipos de interés, en una permanente subida que evite una inflación galopante.

La burbuja de la vivienda puede romperse en cualquier momento, y los primeros en dejar de mirarse en ese espejo están siendo los dueños de las grandes constructoras. Ahora han decidido mirarse en otro espejo, sabiendo que la imagen que reciban de él será tan especiosa como la de aquel otro que dejan atrás. La única forma de no quedar atrapado en el reflejo es mirando siempre desde la atalaya mas alta, es decir, especulando.

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