viernes, 17 de noviembre de 2006

Big Google

Corría el año de 1948 cuando un escritor británico escribió una de las obras cumbre del siglo XX literario. "1984" forma, junto a "Un mundo feliz" de Aldous Huxley y "Farenheit 451", de Ray Bradbury la que se ha dado en llamar "trilogía distópica". Georges Orwell propone en la obra la posibilidad de un mundo controlado completamente por un Estado con competencias para regular todos los aspectos de la vida de sus habitantes. Al frente, una figura paternalista y con tintes míticos: el Gran Hermano. A través de las pantallas presentes en todas y cada una de las habitaciones, se convierte en la personificación más lograda del Estado totalitario.

Hoy en día, la tecnificación e informatización de la sociedad recuerda sospechosamente esta idea. Cada vez más interconectados en un mundo global. En cada habitación hay una pantalla para observar lo que dice el Gran Hermano. Y, cada vez más, junto a esa pantalla hay una cámara permanentemente conectada. En principio para "potenciar la interactividad" con un mundo complejo, pero ¿ y si las razones fueran otras?

En los últimos meses se observan una serie de movimientos de adquisiciones, fusiones y acuerdos comerciales protagonizados por la empresa Google. Lo que nació como un motor de búsqueda a través de la red parece expandirse a otros ámbitos de negocio. Así, Google llegó a acuerdos de comercialización con los grandes grupos multimedia para poder usar sus contenidos en sus servicios de vídeo; compró, por una enorme cantidad de dinero, el instrumento que más posibilidades tiene de crecer en un futuro no muy lejano: el servidor de videos YouTube; anteriormente ya había creado un servicio de mensajería electrónica con capacidad muy superior a las del resto de mercados: GMail; tambíén ha llegado a acuerdos con medio centenar de periódicos para gestionar publicidad, a cambio de incluir la suya en los medios tradicionales; y por último, también se hizo con los servicios del mayor servidor de bitácoras del momento: Blogger.

Como se puede observar todos los campos de actuación de Google tienen un objetivo bastante similar: conocer los gustos y preferencias de sus usuarios, lo que permite ofrecer un servicio más personalizado. Pero... también poder utilizar campañas de publicidad mucho más agresivas y específicas. No es extraño que entre los acuerdos alcanzados esté la gestión de recursos publicitarios. Utilizando sus sinergias pueden ofrecer a una empresa que este dispuesto a pagarlo: publicidad directa incluída en los mails de sus usuarios, facilidades para aparecer mencionados en toda una serie de blogs a lo largo del mundo, posibilidades de campañas de "marketing viral" a través de YouTube, publicidad tradicional en los periódicos contratados, y, no lo olvidemos, la posibilidad de que su posición en las búsquedas de Google, se vea considerablemente favorecida. Hasta aquí una utilización propagandística de los datos recabados. Pero... ¿ Y si se fuera más alla? ¿ Y si se utilizasen datos personales con otros fines?

Uno de los puntos más polémicos y criticados de la llamada "Ley Patriótica", creada como respuesta a los atentados del 11 de Septiembre de 2001, es la aplicación del programa "Carnivore". La herramienta permite a la policía norteamericana leer todos y cada uno de los correos electrónicos que se envían a través de Internet. En principio sirve para prevenir posibles comunicaciones entre terroristas. Pero... ¿ y si los objetivos fueran otros?

Todo parece apuntar a que el programa "Carnivore" desaparecerá con la "Ley Patriótica", que, si las encuestas no mejoran, será una de las primeras víctimas del resultado electoral de hace una semana. Pero... ¿ y si se está optando por la mano de hierro en guante de seda? ¿ y si se intenta que sea el propio "cliente" el que acepte entrar en una red en que sus datos serán controlados, aunque él mismo no lo sepa?

Actualmente el término "Gran Hermano" se utiliza para hablar de un programa de televisión, en que una serie de personas se encierran en una casa controlada por cámaras y sin ningun contacto con el exterior. Es decir, venden voluntariamente su intimidad a cambio de quince minutos de gloria. No se si como causa o como efecto, lo cierto es que la intimidad ha dejado de ser un valor, las fronteras entre público y privado se diluyen y los gobiernos intentan decidir cuándo debemos fumar o qué debemos comer.

Los conspiranoicos norteamericanos llevan años insistiendo en que los billetes de dólar incorporan un microchip que permite tenerlo localizado en todo momento. En España, una discoteca de Barcelona ha decidido implantar chips a sus clientes habituales para evitar tener que pagar la entrada, e, incluso, las compañías de telefonía móvil ofrecen un servicio que permite localizar la frecuencia de cualquier teléfono con sólo 500 metros de error. También en las últimas semanas el Metro de Madrid ha decidido interconectar sus redes de cámaras en un servicio central que permita seguir el recorrido de todo usuario que utilice la red de Metro. El sistema se basa en el reconocimiento de volúmenes y colores. Metro responde que estas decisiones son para "seguir mejorando", pero no explican en qué.

Lo único que mejora en la sociedad de la información es el control exhaustivo que un Estado global ejerce sobre sus súbditos, control que muchas veces no es percibido pero que siempre está ahí. Un control que evita o disminuye dramáticamente la libertad de los individuos en una sociedad cada vez más "interactiva".

Todos estamos interconectados en una sociedad en que todo el mundo controla a todo el mundo. Una sociedad en la que la intimidad ha dejado de ser un valor y se puede especular con ella. Un mundo donde el pasado no importa, pues no queda constancia de él. Un mundo donde la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, y la ignorancia es la fuerza. Un mundo en el que Internet tiene cada día más fuerza y llega cada vez más lejos. Un mundo en el que, lentamente, se impone una neolengua universal: el SMS. Un mundo, en definitiva, que no dista tanto del propuesto por Orwell.

Pero la distopía orwelliana va más allá, presentándonos un final en que el sistema funciona, y acaba asimilando a los rebeldes. La historia nos ha demostrado en bastantes ocasiones lo que sucede con los rebeldes en las sociedades totalitarias. Pero... no importa. Olvidemos las preocupaciones. Tomemos soma para evitar cometer crimentales y, ante todo, nunca lo olvidemos... EL GRAN HERMANO NOS VIGILA.

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